Susana Distancia – Don Demóstenes

¡Ah, qué, don Demóstenes!

Está viendo cómo está la situación con esto de la pandemia del Coronavirus, y no se está quieto guardando la cuarentena.

Bueno, exagero un poco.

La guardaba, pero un asunto personal y urgente solicitaba su presencia en McAllen, Texas, Estados Unidos de Norteamérica. Y pongo todo el nombre de ese país, para que no haya confusión, porque nuestro país es Estados Unidos Mexicanos, como todo mundo sabe, aunque nadie lo emplee así, incluido yo.

Como era muy común en él, se acercó a mi para pedirme, casi exigiendo, que lo acompañara, pues se sentía incómodo de viajar solo, y más al extranjero, con un idioma que desconocía casi por completo, a excepción de Love (amor), I Am Hungry (tengo hambre),  Sorry (disculpe), y One, Two, Three, Four (uno, dos, tres, cuatro…)  hasta el diez.

Y hubiera yo ido con él con muchísimo gusto pero (nunca falta un pero), desgraciadamente, mi pasaporte estaba vencido y no tenía mi visa actualizada, así que, tratando de remediarle la situación, le pedí a mi hermano Juanito, que es un pan de dulce, que lo acompañara, y accedió gustoso y a disgusto: gustoso, porque la compañía de don Demóstenes le agradaba sobremanera, y a disgusto, porque, el viaje se haría en el auto de Juanito y, como era su auto, pues él debía poner la gasolina, casetas y cualesquier otro “gastito” que se ofreciera…

Sonrió , con un dejo de “¿pues ya qué? ¿Para qué acepté?

Y emprendieron el viaje.

El trayecto es largo, muy largo; muchos kilómetros y don Demos charlaba cosas de interés, de cultura general, de bromas y todo cuanto de pronto se les viniera a la mente; y entre broma y broma, llegaron a los tópicos de las groserías, no nada más en México, sino en todo el mundo y, en este caso, en Estados Unidos de Norteamérica, de las cuales don Demos no sabía ninguna, y Juanito si, pues había vivido en Reynosa, Tamaulipas y muy seguido pasaba la frontera para visitar McAllen.

-Difícilmente me se algunas palabras en inglés, ¿cómo quiere usted que me sepa las palabrotas, si es que las utilizan?

-Claro que las usan, como en cualquier país.

-Y ¿usted las sabe? –preguntó más con curiosidad de escucharlas que de saber si si o no.

-Algunas. Por ejemplo: “idiot”, que a nosotros nos suenan como idiota, quiere decir “tonto”, y es de las más suaves.

-Si. Esa la escucho muy seguido en algunas películas y series de tv norteamericanas… -Hizo una pausa, y repreguntó-: ¿Cuáles más?

Y Juanito, a pesar de no ser malhablado, se decidió a soltar la sarta de improperios en inglés:

-Por ejemplo, “Pussy”, que quiere decir “maricón”, pero no en el sentido de gay o afeminado, sino peyorativamente. –Y se sonrosaba cada vez que soltaba una, lo mismo don Demos, pero ya estaban encarrerados-. Otra: “Fuck” “mierda”, “joder” “follar”; “Asshole”, para designar que alguien es muy”ojete” o “agujero del culo”.

-Se oye muy hiriente –comentó don Demos, que iba tomando nota mental de las palabras.

-¿Hiriente…? Si, pero hay otras más hirientes, como por ejemplo “Son of A Bitch”, que a fuerza del habla común quedó como “Sanababich” que significa “hijo de mujezuela, o de ramera, o de pu…”.

Don Demóstenes abrió desmesuradamente sus pequeñísimos ojos; se quitó sus lentecitos estilo John Lennon, los limpió con su achicharronado pañuelo y  disimuló una picara sonrisita con una apenas perceptible tos.

-Sanababich… Esa la escuchaba yo hace muchos muchos años, y sabía que era una grosería gringa, pero no conocía su significado –comentó don Demos, y repitió por lo bajo-: Sanababich.

Y siguió el diálogo semi cultural. Se habló de casi todo lo que se habla en la cafetería consuetudinaria. Del trabajo, de la situación política actual; de la economía; y ya para llegar a la frontera, iban hablando acerca de la pandemia ocasionada por el Coronavirus, o COVID-19…

-Y nosotros que no nos hemos preocupado de protegernos: venimos a menos de un metro de distancia, no utilizamos cubrebocas, no nos hemos lavado las manos ni, por lo menos, las hemos rociado con alcohol…

-Si, caray –respondió Juanito-. Y eso que la campaña de Susana Distancia la repiten a cada rato los medios de comunicación… Susana Distancia… Susana distancia…

En eso estaban, cuando llegaron a la frontera. Por la misma situación de emergencia, estaba desierta, razón por la que pasaron directamente a revisión y, cuando el aduanero, para revisar los documentos y el auto en si, se acercó demasiado a don Demos, éste, atento a las ordenanzas y al peligro que representa el contagio del COVID-19, levantó un poco la voz para guardar su distancia, y en vez de decirle: “Susana Distancia”, se le cuatrapeó el entendimiento y le soltó un “Susanababich”.

-¡What? –dijo el aduanero, y en un perfecto español le soltó una serie de groserías, improperios e insultos al pobre de don Demóstenes que, sin haberse dado cuenta de lo que dijo, se le quedó viendo con ese azoro del alumno de secundaria que no comprende nada de lo que su maestro está diciendo en clase.

El regreso fue silencioso, callado, meditativo. El aduanero les prohibió la entrada a su país, y todavía les anuló las visas.

Juanito, aunque molesto, no cesaba de sonreír, y don Demos, no acabando de comprender el por qué de tanta descortesía por parte del aduanero, musitaba de cuando en cuando, casi lloroso:

-Yo sólo quería que guardara Susana Distancia.

GRACIAS POR VISITAR MI BLOG.

ESPERO NO TE HAYAN OFENDIDO ALGUNAS EXPRESIONES.

ORIZABACHAYOTERO

UN POCO EN SERIO

UN POCO EN BROMA.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *