Leona, La Insurgenta. Cuando Saltillo se llamó Ciudad Leona Vicario |
CEDIÓ SUS JOYAS Y SUS CUANTIOSOS BIENES A LA CAUSA DE LA LIBERTAD
ESCAPÓ DE LOS REALISTAS PINTADA DE NEGRO
TUVO UN HIJO EN UNA GRUTA
La heroína de la Independencia, Leona Vicario, nació en la Ciudad de México, el 10 de abril de 1787, y según asegura la tradición, descendía por línea materna del Rey Netzahualcóyotl. Habiendo quedado huérfana desde muy niña, se hizo cargo de ella un tío suyo, abogado.
Leona Vicario entabló relaciones amorosas con el licenciado don Andrés Quintana Roo, y cuando éste se sumó al movimiento libertario, sostuvo con él una nutrida correspondencia en que le daba a él informes valiosísimos.
Algunas de estas cartas fueron interceptadas y entonces Leona resolvió huir de la Capital para unírsele. Y no sólo eso, sino que se desprendió de todas sus joyas con el fin de que el dinero fuera utilizado para comprar armas para la insurgencia.
La familia de Leona la indujo a regresar a México, asegurándole que no se le perseguiría, pero en cuanto Leona llegó a la Capital, fue capturada y encerrada en el convento de Belem; pero no se resignó a este cautiverio y escapó del convento, dirigiéndose a Tlalpujahua, donde se casó con Quitana Roo.
Como resultado de esta escapatoria y de su unión con los insurgentes, sus cuantiosos bienes fueron confiscados. Ello, no obstante, no amilanó a Leona, quien siguió luchando en las filas insurgentes. Pasó por infinitas penalidades, pues tuvo que padecer una vida nómada, además de sufrir fatigas, hambre y miseria.
Leona Vicario no tuvo siquiera un sitio apropiado para dar a luz a su primer hijo, teniendo que refugiarse en una gruta, donde el niño nació.
En una escaramuza, Leona Vicario fue capturada y echa prisionera junto con su hijo. Durante los interrogatorios que se le hicieron, no delatató a nadie, manteniéndose callada hasta el límite del sacrificio.
A tres oficiales que se ocuparon de su rescate, se les ocurrió que la mejor manera de que Leona Vicario no corriera peligro, era pintarla de negra, a lo que ella accedió, al mismo tiempo que decía: No importa que quede horrible pintándome de negro, y aunque parezca una furia infernal, si así consigo contribuir a la felicidad de mi patria.
Y, efectivamente, Leona Vicario contribuyó a la libertad de México, luchando denodadamente al lado de su esposo don Andrés Quintana Roo, en multitud de acciones y escaramuzas.
Por fin, al consumarse la Independencia, Leona Vicario fue objeto de merecidos homenajes, y se le restituyeron parte de sus bienes; sin embargo, había padecido tanto durante la guerra libertaria, que su salud fue muy precaria, hasta que murió en 1842.
Todo el país se conmovió con su muerte pero, “honor a quien honor merece”, se le rindieron los consiguientes honores a que se hizo merecedora.
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