Leído, visto y oído

AGUSTÍN BARRIOS GÓMEZ

AGUSTÍN BARRIOS GÓMEZ, nació en Orizaba, Ver, en el año 1893. Desde muy joven se trasladó a la ciudad de México, donde se tituló de abogado por la UNAM. Ejerció periodismo para la casa Excelsior. Y en estaciones de radio.

Fue padre de Agustín Barrios Gómez Méndez (1925), también abogado, el cual se hiciera famoso por sus intervenciones periodísticas, tanto en la radio como en la televisión, al través de sus cápsulas intituladas SIN COMENTARIOS, y LEÍDO, VISTO Y OÍDO. Éste último, da título a un valioso libro lleno de anécdotas y situaciones amenas, ilustrativas y culturales de todo el mundo.

Precisamente, de este libro me permito reproducir el primer artículo de los casi mil que contiene el volumen, impreso en 1961, y que en su primera página declara:

LEÍDO, VISTO Y OÍDO

Recopilación completa de los artículos del licenciado Agustín Barrios Gómez, que bajo el título de “Leído, Visto y Oído” aparecieron ininterrumpidamente en la Segunda Edición de Últimas Noticias de Excélsior de diciembre de 1951 a octubre de 1955.

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LEÍ… Llegó a México el príncipe Félix de Habsburgo.

VI… en la ciudad de Viena el templo del Capuzinerkipche (en cuya cripta están los huesos de los emperadores austriacos).

Encontré en el subterráneo dos mausoleos y ciento cincuenta y un ataúdes metálicos.

Me mostraron los féretros de la esposa y el hijo de Napoleón Bonaparte. El de Rodolfo, muerto misteriosamente en Mayerling con su amante María Vetsera.

Observé un cajón de metal oxidado, con este rótulo: “Queretarus”. En él se guardan los despojos de Maximiliano.

OÍ… antes de incorporarse como general del imperio, el tigre de Alica fue el jefe de los asaltantes de Tepic y expedía pasaportes como éste: “Nos, Manuel Lozada y Nacho Calzones, salteadores de caminos, a cuantos la presente toque: hacemos saber que esta diligencia ha sido detenida, registrada y robada; y que los pasajeros que en ella van no llevan más dinero que lo necesario para llegar a Guadalajara, para donde caminan. Rogamos a todos los que tengan nuestra profesión, les dejen pasar libremente, así como nos prometemos de lo hacer con todos los que nos presenten pasaportes de su parte”.

Recorriendo el Estado de Morelos, el emperador Maximiliano, entró en una hacienda, en la que el dueño, su mujer, sus hijos, sus nietos y sus criados pasaban la vida en una armonía tan grande que, lleno de admiración, preguntó al anciano venerable  ¿de qué medio se valía para mantener la paz entre tanta gente? El hacendado tomó un lápiz y escribió tres palabras: “paciencia, paciencia, paciencia…”

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