Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, marqués de Vargas Llosa, mejor conocido como Mario Vargas Llosa, es un escritor y político peruano, nacido en Arequipa, el 28 de marzo de 1936.
Por su destacada trayectoria literaria ha cosechado numerosos premios, entre los que destacan el Premio Nobel de Literatura en el año 2010; el Cervantes, considerado como el más importante en lengua española, en 1994; y otros más, como el Leopoldo Alas, el Biblioteca Breve, el Rómulo Gallegos, el Príncipe Asturias de las Letras, el Planeta, y otros muchos más, razón por lo cual es considerado uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos.
Fue en la década de los 60s cuando alcanzó la fama con novelas como Conversación en la Catedral (1969), La Casa Verde (1965) y La Ciudad y los Perros (1962).
Precisamente, a esta novela, galardonada con el Premio Biblioteca Breve, y el Premio de la Crítica, pertenece el siguiente fragmento:
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-Cuatro –dijo el Jaguar.
Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro había desaparecido para todos, salvo para Porfirio Cava. Los dados estaban quietos, marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.
-Cuatro –repitió el Jaguar- ¿Quién?
-Yo -murmuró Cava- Dije cuatro.
-Apúrate –replicó el Jaguar- Ya sabes, el segundo de la izquierda.
Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas por una delgada puerta de madera y no tenían ventanas. En años anteriores, el invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y las rendijas, pero este año era agresivo y casi ningún rincón del colegio se libraba del viento, que, en las noches, conseguía penetrar en los baños, disipar la hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo que erizaba su piel.
-¿Se acabó? ¿Puedo irme a dormir? –dijo Boa: un cuerpo y una voz desmesurados, un plumero de pelos grasientos que corona una cabeza prominente, un rostro diminuto de ojos hundidos por el sueño. Tenía la boca abierta; del labio inferior adelantado una hebra de tabaco. El Jaguar se había vuelto a mirarlo
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Muy recomendable su lectura.
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