Nació el 5 de junio de 1898, en Fuente Vaqueros, Granada, en el seno de una familia acomodada. Su padre fue Francisco García Rodríguez, quien era propietario agrícola; casado en segundas nupcias con Vicenta Lorca.
Bautizado con el nombre de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, modificó su nombre cuando joven, para dejarse sólo el de Federico García Lorca.
Siendo niño, sufrió una enfermedad cuyas secuelas le dejaron algunos problemas físicos que le impedían correr o jugar con los amigos. Algunas fuentes aseguran que aprendió a andar cuando ya tenía cuatro años de edad.
En 1909, su familia se traslada a Granada, donde ingresa en el Colegio del Sagrado Corazón. Ahí cursa estudios de Bachillerato, Filosofía y Letras, Derecho y Música.
Entre 1919 y 1928, en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, conoce y se relaciona nada menos que con el pintor Salvador Dalí; el genial cineasta Luis Buñuel y el excelente poeta Rafael Alberti, entre otros.
Ya me imagino las fantásticas tertulias culturales que hacían.
En 1918, con apenas 20 años de edad, publica su primer libro “Impresiones y paisajes”, y dos años después, su primer drama, titulado “El maleficio de la mariposa”.
A la edad de 24 años, en 1922, organizó con el compositor Manuel de Falla, el primer festival de cante jondo, que fue como un preámbulo para que ese mismo año escribiera el Poema del Cante Jondo, aunque no lo publicaría sino hasta nueve años después, en 1931.
Grandes fueron sus obras literarias y poéticas, de las que destacan, sin lugar a dudas, además del ya mencionado “Poema del cante jondo”, el “Romancero Gitano”, “Poeta en Nueva York”, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejía”, “Diván de Tamarit”, y en teatro: “La zapatera prodigiosa”, “Bodas de sangre”, “Yerma” y “La casa de Bernarda Alba”.
Viajó a la Habana, Cuba, a Buenos Aires y Nueva York, y en todas partes robaba inspiración para sus obras.
El medio artístico donde se desenvolvía lo relacionó con destacadas personalidades como lo fueron José Juan Tablada, Gilberto Owen, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Alfonso Reyes y Salvador Novo, con quien lo unía una relación muy íntima.
En mi paso por XEW Radio, en México, conocí a Carlos Fernández y López-Valdemoro, más y mejor conocido como José Alameda, o mejor: “Pepe Alameda”, quien inmortalizó la frase con la que despedía su programa: “El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega”. Fue amigo personal de Federico García Lorca, y de cuando en cuando, en pequeñas charlas, cuando iba a pasar su programa taurino, me hablaba de su amistad con el poeta granadino.
Su recia personalidad, su estilo literario, su trato humano, lo hicieron grande, aunque, por causa de sus ideas liberales, es aprehendido en Granada, España, y fusilado el 18 de agosto de 1936.
Murió el hombre, pero se inmortalizó su creación literaria.
Uno de los poemas más conocidos de García Lorca es, sin duda “La casada infiel”.
Disfrutémoslo:
LA CASADA INFIEL
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la lleve del río.
Con el aire se batían
Las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque, teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.
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Quién sabe si las nuevas generaciones hayan oído algo acerca de este magistral poeta, pero si tú, amable lector, tienes 40 años o más, seguro que si has dejado vibrar tus emociones con algunos de sus poemas.
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