La Cara, Ojos, Retrato, Humano, Niño

Don Aurelio (Lito) Ortega, abuelo de nuestro dilecto amigo y escritor, Héctor Efraín Ortega Castillo, fue un ilustre hombre de letras, orgullosamente orizabeño (el orgullo es de Orizaba) bautizó a esta ciudad como Nuestra Señora de los Puentes, en una plaqueta que publicó y que me gustaría tener en mi librero. Entre sus muchas inquietudes, editaba una revista que se llamó La Calandria, (en honor al libro del mismo nombre, de don Rafael Delgado).

Tuve el placer, la satisfacción y el orgullo de publicar de cuando en cuando en las páginas de tan dilecta revista, allá por los años de 1960 y 1961.

Y ahora, el buen amigo, Héctor Efraín Ortega Castillo me envía copia de uno de los textos que ahí publiqué. Lo he transcrito, porque algunas palabras del texto original resultan casi imposibles de leer.

Es un cuento que titulé El Niño Triste, y que, si mal no recuerdo, se lo dediqué en aquellos tiempos a mi hermano Juan Riquelme Nesme.

EL NIÑO TRISTE

A mi hermano: JUAN RIQUELME NESME

Tristemente, sus mejillas se dejaban bañar con las lágrimas que brotaban de los ojos cafés de aquel niño.

¿Lo recuerdas? Aquella tarde en el atrio de la iglesia pedía limosna estirando la sucia mano.

Un tirante de su pantalón de peto se apoyaba sobre un hombro, mientras el otro colgaba por detrás, porque un botón faltaba a la pechera.

Sus pies descalzos mostrábanse casi deformes a fuerza de pisar el suelo y, tras la pérdida del calzado, los dedos habíanse engrosado y separado unos de otros.

Por entre algunos parches mal cosidos de los girones que llevaba por camisa y pantalón, asomaban sus carnes flacas, más flacas que su espíritu.

¿Lo recuerdas? Se acercó hasta nosotros y desantendí su presencia. Algunos pasos adelante volteé el rostro por mirar tu rostro satisfecho de golosina y, ¡Ya no comías!¡Ya no tenías el dulce!

Pregunté si lo habías terminado, y afirmaste. Dudé, mas no le di importancia a tu gula infantil.

Nos detuvimos a comprar el diario y al soltarte la manita para sacar el dinero y pagar, te lanzaste a cruzar la calle sin pensar en el peligro.

Un automóvil chirrió los frenos, y una silueta llegó volando hasta ti, dándote un empujón tremendo para ponerse en tu lugar.

Te raspaste, es cierto, y mucho te dolió, no lo niego, pero a mí me dolió terriblemente el alma cuando me hallé con un niño destrozado por las ruedas, cuyo pantalón de peto tenía un solo botón en la pechera, donde abrochaba un tirante, y entre los parches mal cosidos, asomaban sus carnes flacas; más flacas que su espíritu. ¡Mucho más flacas!

A un lado, un charco de sangre y, sobre el charco, un trozo de caramelo verde, con espiral de fresa.

rafael Riquelme nesme

Septiembre 26 de 1961

GRACIAS POR VISITAR MI BLOG

Si te gustó, o no te gustó, ¿puedes dejarme un comentario, o una crítica constructiva respecto al texto? Muchas gracias.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *