(Este pasaje histórico de la vida de don Demóstenes fue hace ya varios años, antes de que la telefonía celular tuviera todos los privilegios de comunicación a todos los medios, por el mismo precio mensual o, en su caso, por ponerle un saldo).
A pesar de su carácter introvertido y su tanta timidez, don Demóstenes era un hombre que luchaba por ser parte dinámica de la sociedad contemporánea, poniendo de su parte lo mejor que podía y lo único que tenía en abundancia: su deseo de ser útil y accesible a sus congéneres.
Asistía a centros sociales, a noches bohemias, actos públicos de entretenimiento para departir gustoso algunas horas de amistad.
En su oficina procuraba ser servicial, un tanto sumiso a pesar de sus refunfuños, y en sus momentos caseros, utilizaba el teléfono para continuar sus charlas a distancia.
Compró su computadora para estar al día, y hasta contrató el servicio de Internet para poder navegar por tantas y tantas páginas de interés general.
Todo esto no le restaba ni un ápice a su timidez, a tal grado que ni siquiera se atrevía a entrar al chat, esa página o programa o servicio tan difundido, sobre todo entre los jóvenes, que se entusiasman con la plática con desconocidos.
-No sabría qué decir, o escribir, o contestar a cualquier desconocido o desconocida –me dijo, y agregó-: a lo más, me atrevo a enviar, a mis amistades, correos electrónicos, o e-mail, como creo que se dice.
Y en eso discurría su vida, hasta que poco a poco fue cerrándose en sí mismo. Dejó de asistir a los centros de recreación porque desgraciadamente, en su pueblo, como en otro cualquiera, los chismes están a la orden del día.
Dejó de hablar por teléfono a sus amistades, y no porque no quisiera, sino porque le cortaron el servicio. ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
Esta es la historia: Le llegó su recibo del teléfono correspondiente al período de noviembre 16 a diciembre 15. Suponía que el pago por hacer era similar a todos los anteriores, y desdobló el recibo por ver el total a pagar. ¡Oh, sorpresa! $ 898 pesos, cuando que su promedio mensual era de 300 a 350 pesos mensuales.
898 pesos… vio y volvió a ver, y no se contentó con sólo ver, sino que observó detenidamente la cantidad, y como los números no se corrigieran con la sola vista, recorrió renglón por renglón el resumen de lo que le cobraban. Cargo por redondeo, renta, identificador de llamadas, servicio medido, llamadas a celular, larga distancia, servicio 900 (PM), qué quién sabe qué cosa quiere decir este P M, a no ser que sean las siglas de “penitente menso”, por si acaso se deja cobrar lo que le querían cobrar.
Con su recibo y su coraje fue directamente a las oficinas de teléfonos, expuso su queja en Atención a Clientes, donde sólo le dijeron que si quería bloquear el servicio de Lada 900.
Don Demos dijo que sí, y que además quería bloquear también el de llamadas a Teléfono Celular, y lo enviaron a un teléfono especial donde debía de marcar un CERO para que ahí le explicaran lo de dicho cobro.
Y fue, y después de larga espera, al fin le contestó una voz de mujer, muy atenta primero y altanera después cuando don Demóstenes, después de identificarse verbalmente, le dijo que estaba asombrado por ese cobro.
La voz de mujer, después de varias pausas le dijo que esas llamadas al 900 (PM) se debían a una entrada a determinada página de Internet…
-¿Cómo, no entiendo! –dijo tímidamente.
-En esa fecha, usted visitó una página pornográfica… de paga.
Don Demos se puso más colorado que un jitomate. ¿Se imaginan? Él, don Demos entrando a una página pornográfica, cuando no se atrevía ni siquiera a chatear por la pena que le daba? Él, quien era incapaz de andar por su casa en camiseta, por el pudor que sentía.
Protestó, y dijo y amenazó con ir a Profeco. La voz femenina, que ahora era de sargento mal pagado, le respondió que hiciera lo que quisiera; que de todas maneras, el pago lo tendría que hacer.
Me lo encontré por la mañana, cabizbajo, pensativo, callado. Difícilmente pude sacarle dos o tres frases, de entre las que pude deducir que cancelaba su cuenta de Internet. Que cancelaba su cuenta de teléfono. Que prefería vivir aislado, antes que pagar adeudos que no le correspondían.
¡Página pornográfica! Jajaja. Éste, don Demos.
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