La glotonería en la historia de la humanidad tiene un capítulo aparte, ya que muchos grandes hombres han pecado de ello. Por ejemplo: el Emperador Moctezuma, al igual que Nerón, tenían por costumbre disponer en sus mesas cerca de 300 platillos distintos de los más exquisitos manjares.

Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale, pero resulta inaudito que el rey de Persia, Jerjes, invadiera Grecia para poder obtener cantidades ilimitadas de higos, de los cuales era apasionado.

Algunos literatos y poetas se han destacado tanto por sus obras literarias como por su glotonería; así, el poeta ateniense Arquestrato pasó su vida viajando para estudiar el modo de guisar de varios pueblos, y la mayoría de sus poemas se refieren al arte de cocinar y de comer.

Honorato de Balzac, autor de “La Comedia Humana” sólo vivió para dos cosas: madrugar para escribir, y se desvelaba comiendo. En ambos menesteres ocupaba varias horas al día.

Y por su parte. Luis XIV de Francia se comía 10 tortillas de huevo en cada comida, pero además acompañaba éstas con seis gallinas, ocho platos de pescados distintos, entremeses para abrir boca y uno que otro antojito de momento, para cerrar con diez postres diferentes y abundantes y excelentes vinos, de los que nunca prescindía.

Quizá nos parezca sorprendente, pero yo conozco dos o tres amigos que les hacen la competencia a los antes ennumerados, aunque no llenen sus mesas con tantos platillos.


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