¿El café es bebida maldita?

¿Sólo los herejes toman café?

¿Te tomarías 60 tazas diarias de café?

¿Por qué Voltaire tenía una sonrisa casi demoníaca?

Cuenta la leyenda que en el siglo XII unos pastores árabes notaron que sus cabras se volvían más inquietas y ágiles, después de comer los granos de cierto arbusto, por lo que decidieron probarlo;  y observaron que, sin ser perjudicial, les daba ánimos y aliviaba el cansancio, por lo que lo llamaron Kavé, que quiere decir: lo que impide dormir.

Y tal nombre se le quedó con las declinaciones que cada país le dio.

En español:  C a f é.

La tradición sitúa el descubrimiento del café en la ciudad de Moka, de donde pasó a Abisinia o a Etiopía, para cruzar el Mar Rojo y llegar después a Arabia, donde lo adoptaron inmediatamente.

Sin embargo, algunos gobernantes musulmanes pensaron que el café era una bebida intoxicante, y por lo tanto era prohibido por el Corán, y hasta castigaron con pena de muerte por su uso.

A pesar de ésto, el café fue conquistando todos los países.  Sominán Aga, embajador turco en la corte de Luis XIV lo puso de moda en París, haciendo que en sus brillantes fiestas, esclavos negros lo sirvieran en finas y pequeñas tazas de porcelana.

De Francia, el café pasó a la Guayana, y de ahí a Brasil donde se cultivó, diversificándose las clases de café, y es que su diferente sabor se obtiene de la tierra, el clima y la altura en que se cultiva, así como del proceso de tostar, moler y preparar la almendra.

En varias épocas llegó a considerarse que la costumbre de tomar café era un vicio, y que provocaba pasiones desenfrenadas, por lo que su uso fue limitado a las boticas, donde sólo se vendía bajo prescripción médica.

Pero el Papa Clemente VIII declaró: Este satánico brebaje es tan delicioso, que sería una lástima dejar que los herejes tuvieran la exclusividad de él.  Le jugaremos una mala pasada a Satanás, y bautizándola haremos de ella una bebida netamente cristiana.

Y así, en todo el mundo, los artistas, hombres de ciencia, escritores, filósofos y políticos hicieron de las cafeterías su punto de reunión, como en París, donde el francés desarrolla su vida pública.

Lo mismo sucede en toda España, donde las cafeterías son una institución hasta la fecha.

Las artes, las ciencias y la filosofía se acompañaron con frecuencia de humeante café.

Juan Sebastián Bach le compuso una de sus famosas Cantatas.

Fellon le dedicó unos poemas.

Voltaire, el famoso escritor francés, se bebía un promedio de 60 tazas de café al día, para inspirarse y dar a su sonrisa cierto aire demoníaco.

Con razón José Martí se expresó en cierta ocasión:

El café es fuego suave,

sin llama y sin ardor.

Aviva y acelera

la sangre de mis venas.

Ilumina mi mente

y le envía fogosos

conceptos a mis labios.

Y rafael riquelme resme, (yo) ganador de un concurso a nivel nacional de Hai Ku, escribió uno de estos poemas al café:

¡Acto de fé!

Con devoción se pide:

¡Café! ¡Café!


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