Pasadas cuatro nubes grises y un chipi chipi acariciante, Olmecallado, Olmecahuixtle y Olmecopa abandonaron el nacimiento de aguas volcánicas, cansados, aunque revitalizados, y hambrientos.

Los pocos aguacates que llevaban, ya habían ido a formar parte del pasado, y no tuvieron la precaución de llevar su “lonche” para el recreo.

Así, pues, se dieron a la tarea de querer recolectar frutos o yerbas, a menos que pudieran cazar algunas lagartijas, o algún *tapir, especie de cochino, marrano, cerdo, o puerco, que son lo mismo, y lo cual hubiera sido maravilloso.

En esa búsqueda, Olmecopa encontró unos vegetales de forma ovoide, verdes, cubiertos de grandes espinas. Y no los descubrió por andar buscando algo qué comer, sino porque un manojo de espinas de regular tamaño se le clavaron en el pie, haciéndole soltar un buen racimo de maldiciones, de las que se usaban en ese entonces.

Doloroso, es verdad, pero se le encendió el foco, perdón, no los había aún; se le encendió una tea en el cerebro, al darse cuenta de que al pisarlo, había descubierto el *“chayotl”.

Por estarse revolcando de dolor, sus dos compañeros pensaron que estaba jugueteando en el pasto reverdecido por la lluvia, y lo conminaron a dejar de rodar sobre el pasto.

-Ora, tú, Olmecopa. Ponte a buscar alimento. ¿Te crees, o te sientes *“choloitzcuintle”?

-Tú lo serás. ¿Acaso soy perro? –se defendió Olmecopa-. Miren, encontré esta cosa con espinas y me puncé el pie.

-¿Y qué será? –preguntó curioso Olmecahuixtle.

-Pues quién sabe, pero yo lo llamaría chayotl.

-¿Y, por qué?

-Nomás así. Porque me pareció un chayotl, y al que algún día le llamarán chayote..

-No suena mal: chayote, chayote –repitió como ensoñando Olmecallado. Y añadió-: ¿Será comestible?

-Es probable.

Y al decir probable, se refería a probarlo, no a la acepción de posibilidad; así que, sin más preámbulos, y después de dos o tres ensartadas de espinas en los dedos de las manos, lograron desnudar al “sechium edule”, al cual menciono con su nombre científico, para no repetir chayote.

Lo probaron crudo, y no les pareció mal, pero Olmecahuixtle sugirió que tal vez sabría mejor si lo cocinaran. 

Olmecallado asintió con la cabeza, y se aventuró a sentenciar:

-Tú fuiste el de la idea, Olmecahuixtle, así que a ti te corresponde hacerlo.

-Qué tristeza que no estén aquí nuestras mujeres –suspiró este último-. Ellas si sabrían cómo cocinarnos los chayotes.

Y los tres dedicaron un tiempo en suspirar por sus respectivas Olmecaricia, Olmecanija y Olmecachete, hasta que al fin, Olmecahuixtle, más hambriento que enamorado, rompió la ensoñación con un gimoteo:

-Pero ¿cómo lo vamos a cocinar, si no tenemos ni fuego, ni cacerolas, mucho menos olla Express?

Nueva incertidumbre compartida entre los tres, hasta que al fin, Olmecallado, aspirando 18 litros de oxígeno puro, rugió, más que insinuar:

-Fácil: el lugar más próximo que tenga fuego para ponerlo a hervir, es la montaña humeante; aquella de la que sólo se ve el pico por detrás de las montañas.

-¡El Pico! ¡Claro! El Pico de Ahauilizapan, o el Pico de Orizaba como seguramente le llamarán algún día.

-Exacto –aceptó Olmecallado.

-Pero…

-Ningún pero… Vas y regresas rápido, antes que se enfríe.

Y fue. Y subió. Y con un lazo de higuerilla lo descolgó hasta muy cerca de la lava. Y lo volvió a sacar. Y corre que te corre llegó nuevamente hasta donde sus amigos y se dieron prisa en comerlo.

Les pareció fabuloso, aunque opinaron que le faltaba sal; que hubiera sido mejor con mantequilla, y a lo mejor en un tesmole y, como siempre, sabedores nosotros que todavía no les eran conocidos algunos productos, o inventos, o recetas, hacemos caso omiso a los comentarios y continuamos.

-Me parece –dijo Olmecallado-, que si vamos a vivir con nuestra tribu en estos lugares, nos llamarán ahauilizapeños, por su aguas alegres, y chayoteros, por este delicioso manjar… -y detuvo dramáticamente su parlamento para señalar con la punta de su dedo índice,  sentencioso, a Olmecahuixtle e interpelarlo:

-¡Y tú, Olmecahuixtle, no le hagas al tonto: déjame la pepita del chayote, o el corazón, que es lo más sabroso!

(CONTINUARÁ)

Original de Rafael Riquelme Nesme.

Me apego al Derecho de Autor, con esta publicación.


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